viernes, 14 de julio de 2017

EL DESCANSO ETERNO





En tribunales, las dos primeras semanas de julio muestran una alocada carrera contra reloj. Se avecina un receso que puede augurar placeres pero también intemperies. Se busca afanosamente entonces terminar trámites que se dilataron durante meses. El movimiento en el edificio se asemeja al resultado de una repentina alarma de incendio. Todos corren, gritan, tropiezan. Nadie presta atención a quien tiene al lado. Se pisan. Se empujan. Afloran las miserias. Nadie llega a ningún lado salvo los tramposos. El piso se llena de papeles y de objetos que perdieron su destino, aunque puede que alguien les asigne otro. Los chicos lloran. Los hombres insultan. Las mujeres gritan. En un momento se termina el show. Se apaga la proyección. El palacio queda vacío, en silencio. Las ventanillas y las puertas se cierran. Los pasillos recuperan los ecos. Todos estarán en la calle. Perdidos. Igual que la justicia. Casi nadie tendrá algo en claro. Pocos habrán ganado algo, seguro los tramposos, otros por pura casualidad. En la mayoría reinará la sensación de un tiempo perdido. O, solo quedará por delante la feliz fantasía de dos semanas de vacaciones. Es la feria judicial de julio. La feria chica. Un tiempo de pausa en la burocracia judicial. Mientras los expedientes, apilados y en sus casilleros, persistirán en el reposo de su descanso eterno. Como siempre.

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