
No recordaba bien qué había
pasado. No podía recomponer en su cerebro los retazos de la noche anterior. No
fue primero al baño sino a la cocina. No se duchó. No cepilló sus dientes y no se
peinó como todas las mañanas. No se preocupó por elegir ropa adecuada. No
desayunó. No acarició a Rufi en su cucha como era costumbre antes de salir. No
miró siquiera los titulares del diario al pie del umbral. No esperó el
ascensor. No saludó al portero. No prestó atención a las baldosas flojas. No se
fijó en el semáforo antes de cruzar la avenida. No miró siquiera al encargado
de la cochera al ingresar. No encendió la radio como siempre lo hacía. No se
colocó el cinturón de seguridad. No se preocupó por controlar el nivel del
combustible. No era necesario. No respetó la señal del estacionamiento que
indicaba salir despacio. No frenó al acceder a la vereda previniendo el paso
de algún peatón. No respetó el semáforo en la primera esquina. No le interesó el límite
de velocidad en las calles urbanas. No se fijó en absoluto al ingresar a la
rotonda de acceso a la ruta que lo sacaba de la ciudad. No miró por los espejos
retrovisores. No reparó en las indicaciones de velocidades máximas. No prestó
atención a las señalizaciones. No dejó de apretar cada vez más el acelerador
cuando puso quinta. No le importó zigzaguear en la ruta entre mano y
contramano. No dobló en la curva del barranco cuando el BMW iba a ciento
sesenta. No resistió el guardarrail. No lo pudieron detener arbustos ni árboles
hasta llegar a la vera del río. No pasó desapercibida la explosión y el hongo
de fuego. No necesitó preocuparse más por elegir ropa adecuada, peinarse,
desayunar o mirar los titulares. No le habían dicho jamás que no, ninguna mujer,
tampoco su madre. No tuvo necesidad el inspector de investigar mucho. No había
nada en el placar de la mujer. No había dudas sobre lo que mostraban las
sucesivas cámaras de seguridad. No había además encontrado otra cosa, sobre la
mesada del desayunador, sostenida por una azucarera, que una nota. No era letra
trabajada con cuidado y detenimiento. No tenía más que una línea casi ilegible
volcada con desprecio y evidente dolor. No tenía firma. No daba lugar a dudas, no obstante, el mensaje. No te soporto más.
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