
A la novela “SOY
TESTIGO” (inédita)
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Mito Wichí
El Dios dueño de las aguas
tuvo necesidad de un ser humano ingenioso que permitiera cumplir sus designios
en la tierra del Gran Chaco. Así fue como encontró a Tok`uaj, héroe y mediador, antepasado ilustre del que proviene toda
la comunidad Wichí. Ese mundo al principio era todo agua, nada más. Entonces Tok´uaj fue a hablar con Dios para que
haga la tierra, porque, ¿cómo podían vivir así, sobre el agua? Dios escuchó a Tok´uaj, corrió el agua, y se formaron
la tierra, los bichos y los animales; todo lo que hay en el mundo. Y Tok´uaj enseñó a las mujeres a buscar
el cháguar. les indicó cómo distinguirlo en la espesura del monte y cómo hacer
con el las preciadas artesanías. Así fue como un día Khatsilahen, mujer curtida
y de edad indescifrable, se internó en el monte en busca de plantas de
cháguar.
1999
Era tiempo de recolectar. Los senderos le eran familiares. Los había
transitado año tras año. Una amplia yica le colgaba del hombro en bandolera.
Estaba llena de cuerdas de cháguar hiladas el año anterior. En su mano derecha,
como si estuviera por enfrentarse a un criollo, empuñaba un filoso cuchillo.
Cuando reunió varios atados de plantas frescas, las ató y echó a su espalda. El
regreso fue lento. Una vez en casa limpió las plantas y separó las fibras que
se secarían al sol. Después las hiló y tiñó con tonos ocres, grises y marrones.
Cuando el hilo estuvo seco y tuvo cantidad, lo tejió a telar. Hizo yicas,
cinturones, adornos con forma de lechuzas, chajáes y búhos. Y también formó
cordones más gruesos. Con ellos los hombres hicieron collares y colgantes,
algunos solo con dijes, otros también con medallones grabados. El trabajo de
meses, un lejano descendiente de Khatsilahen lo vendió después casi por
monedas. El criollo se llevó bolsas llenas de tallas en madera de palo santo,
de cisnes, ranas, llamas y aves autóctonas, como por ejemplo búhos. Éste vendió
las obras de arte a puesteros de ferias artesanales, en Buenos Aires, a cien
veces más de lo que pagó. Y los puesteros las venderían a su vez a los
paseantes en la feria artesanal de Plaza Francia, a trescientas veces más. Un
día una mujer joven, alegre, le compró a un puestero un collar de cháguar
teñido, con dijes y un medallón de cerámica. Un búho estaba grabado en el
medallón. Y el búho resolverá este caso.
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