sábado, 8 de julio de 2023

BRUMA



La puerta estaba entreabierta. La luz mortecina brotaba de una lámpara, invisible, pero que adiviné sobre la mesa, con su pantalla lisa, al costado de la cama. A su lado un libro. Deduje que de Isabel Allende. El piso alfombrado impedía oír mis pasos cuidadosos, entrando. Las paredes, pintadas de un suave color bordó, diría que parecían de terciopelo. El impecable decorado dejaba ver solo un cuadro, Mañana de noviembre, de John Atkinson Greemshaw. Al frente el ventanal, las cortinas abiertas, el balcón, la baranda de hierro forjado, hacían del lugar la borda de un buque adentrándose en el oscuro mar. La noche azul, profunda, desmesurada y embriagadoramente estrellada. Y la luna reflejada en el Bósforo. De un escondido equipo de música se esparcía, sensual, la voz de Diana Krall. I`ve got you under my skin, susurraba. Al pie del cuadro un interminable sillón Chesterfield, de pana, color champán. Tus piernas cruzadas descendiendo del sillón, hacia el momento en que la noche, seguro, se haría brumosa, indefinible. Como el cielo del cuadro, que parecía dormir allí desde siempre, imponiendo su espíritu a ese lugar, que, me convencí, ya no podría abandonar jamás.


 

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