viernes, 15 de abril de 2022

DEVOCIONES

  


Ayer apareció uno, esas cosas imprevistas que pasan, que en medio de una conversación trivial de cola de panadería, en tiempos de Pascua y con su ramo de olivo que llevaba como si fuese perejil volviendo de la verdulería, me lanzó de pronto una pregunta. Me preguntó de qué santo soy devoto. Me agarró, claro, desprevenido. Pensé un poco y como soy hombre grande y de experiencia acumulada, le contesté sin dudar: de San Puta. El tipo me echó una mirada fiera, como si le hubiese dicho una grosería, para colmo en fecha para él, por lo del ramo, tan importante. Entonces consideré oportuno explicarle las razones de mi respuesta. Dije: no hay gentes más santas que las Putas, y con mayúscula. Claro, cuando son libres y no resultan explotadas. Cuando deciden la profesión por vocación y porque también les place, no contra su voluntad. En tales casos, si la santidad es hacer el bien sin mirar a quien, libremente y por placer, pues entonces no caben dudas de que las Putas ocupan el podio en primer lugar. Si Dios puso el placer en el cuerpo de los seres humanos, pues cabe preguntarse ¿para qué, si no es para usarle y darle rienda suelta? Las Putas nos lo dan, no nos complican la vida y es justo por lo tanto compensarles con unos dineros para que puedan sostenerse y seguir haciendo el bien. Eso es amar, uno de los mandamientos. ¿Matan a alguien? No, y si alguna cae en el homicidio eso nada tiene que ver con el placer que brindan a destajo. ¿Roban? Tampoco, está dicho que reciben un sostén económico a cambio, cosa normal en cualquier relación laboral. ¿Desean adueñarse de la mujer o al varón del prójimo? Tampoco, ni se les pasa por la cabeza brindar placer para destruir matrimonios, convivencias, hétero, lesbi, bi, trans, poli o lo que fuere. Está dicho, su único objetivo es brindar placer, que los seres humanos desean porque la naturaleza, Dios, la evolución para asegurar su perpetuación o lo que fuere, lo ha puesto allí. Fíjese además que estas fechas están simbolizadas con un huevo. Que además cada vez los hacen más grandes, cosa que alguna relación psicológica, seguro, encierra. ¿Nota la relación? El hombre me miraba adusto, a punto, creo, de maldecirme. Pero yo le agregué argumentos. Dije: y con ello, además, contribuyen para aquietar las neurosis, las actitudes violentas, los berrinches extraños que muchas veces aparecen sin saberse a qué se deben. ¿Qué obra de bien más elevada entonces la de las Putas? Aportan a la paz social. Y hoy día, aportar a la paz no es poca cosa. Es más, las propondría para el Premio Nobel de La Paz. Este es un mundo de locos. Se le ha dado el Premio Nobel de la Paz a sujetos que han masacrado a millones de personas, provocando dolores generalizados inconcebibles, torturado con métodos atroces, asesinado a niños, a ancianos indefensos, y a nadie se le ha ocurrido dárselo a las Putas, que solo brindan placer y amor, dándole a la testosterona, que nos pone a los varones con los nervios de punta, el cauce adecuado, de modo que la represión de la búsqueda del goce y el placer no se desvíe hacia la agresividad. El tipo dio vuelta la cara para ver cuánto faltaba para su turno en la panadería, con lo cual me indujo a pensar que mis argumentos estaban desconcertándolo. Yo seguí: es cierto que el deseo de poder y de dominio territorial en los hombres, como animales mamíferos que somos, también forma parte de su genética, pero cierto es también que en gran medida ese deseo de posesiones territoriales y materiales se intensifica de manera directamente proporcional a la falta del adecuado cauce a los efectos de la testosterona. Vamos, a la satisfacción sexual, para ser preciso. Y allí es donde las Putas cumplen un rol fundamental: su intervención disminuye considerablemente las invasiones, trifulcas barriales y matrimoniales, y sus secuelas de muertos, migraciones, hambres, peleas con heridos, separaciones conflictivas, hijos abandonados o traumados. Estoy convencido de que si en vez de ejércitos armados de tanques, lanzamisiles, bombarderos y fusiles de todo tipo, hubiese ejércitos de Putas dispuestas a repartir placer a diestra y siniestra, especialmente a los gobernantes, jefes y demás poderosos, y a los maridos y mujeres en un momento dado aburridos, sin mirar a quien y de la forma que a cada uno le plazca, disminuirían notablemente las guerras, los conflictos y habría más armonía en el mundo para dedicarse a gozar de la naturaleza en este breve tiempo que nos ha tocado de vida. No me digan que no estaríamos todos más tranquilos. He llegado a pensar que la bomba atómica no es otra cosa que la sublimación del orgasmo cuando éste es negado. ¿No me diga que la comparación no es válida? Se trata de dos explosiones sublimes. La primera sustituye a la segunda cuando la testosterona no encuentra adecuado cauce. Y fíjese además, preste bien atención, que la bomba atómica se desplaza y proyecta mediante un misil. ¿Y vio la forma que tienen los misiles? Doy por descontado que usted es una persona inteligente.  Así que, soy devoto de San Puta, y las propondría a todas las que libremente ejercen tan noble oficio para el Premio Nobel de la Paz. Ah, y quiero ser justo, también soy devoto de San Peperino Pómoro, virtuoso del hacer reír hasta doler el estómago. Cosa que también aporta a la paz.


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