Me
han hablado de un pino carrasco, que le dicen Alepo, porque es la región de Siria
donde más se ha reproducido en el mundo. Me han dicho que puede vivir cuatro
mil años. Y semejante cosa desproporcionada es la que me llevó a pensar en vos.
Desde entonces sueño conque me entierren al pie de un joven Alepo. Que el
cortejo sea lento y ceremonioso, acompañado por una corte blanca y vaporosa formada
por quienes me aman y que por un modesto tiempo habrán de recordarme. Sueño con una
corte serena sosteniendo mis despojos, desprovistos de pretensiones, desplazándose en el verde y húmedo
entorno. Sueño que abrirán un lecho entre el humus y las raíces al pie del
Alepo. Quiero entonces que la lluvia y el riego sean tumultuosos sobre mis
restos desnudos. Que mis destartaladas moléculas se empapen y fecunden, y mis células se hundan y
alimenten los rizomas profundos del inconcebible vegetal. Que me haga savia y me eleve por el tronco,
por sus venas caóticas, que me haga nervaduras en sus hojas y ramas eternas en
su follaje. Y mi último deseo, inverosímil, claro, pero deseo al fin, es que te entierren junto a mí. Que
hagamos juntos ese camino, y vayamos durante cuatro mil años empapándonos,
haciéndonos raíces, rizomas, ramas y hojas, en una extraña lengua de un reino desconocido, hablando de nuestras cosas.
jueves, 13 de junio de 2024
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