sábado, 7 de octubre de 2023

VOCABULARIO



El 6 de febrero de 2012, tiempo aun de esplendor, el escritor argentino Esteban Díaz Muñoz, profesor de literatura, excéntrico, especializado en la obra de Jorge Luis Borges, dio inicio a una empresa que se había propuesto en 2009. Viudo, vivía en el barrio de Balvanera con su hijo de treinta, rapero, quien no abrigaba otro interés que recorrer suburbios pronunciando cosas extravagantes dando saltos como en las murgas.  La empresa que se propuso Díaz Muñoz consistía en determinar con precisión el vocabulario completo del que disponía Borges. De ese diccionario integral, se sospecha como muy probable que el autor de Ficciones conociera la acepción no solo de cada palabra, sino también de su distintas acepciones en lengua castellana, y además en las de su etimología. Por ejemplo, la palabra culto, que usó, a la que hoy atribuimos el significado de adoración o devoción hacia una persona o cosa, tiene su origen en la voz cultus, del latín, que refería a cuidado, cultivo o adoración. De allí pasó al francés, culte, que se circunscribe a adoración. Y del francés al inglés, cult, se dice que a principios del 1600. Llegó a nosotros en la acepción antedicha, que comprende también el adjetivo que denota la cualidad de muy instruido. Bien, la sospecha de que Borges conocía todo ello de cada palabra del universo, y, lo más inquietante, que en su obra y conversaciones las usó a todas en todas las lenguas, justificó la empresa que se propuso Díaz Muñoz. El intelecto no admite que el autor de El Eleph haya desconocido voz alguna del diccionario, y de todos los diccionarios. El primer desafío del intrépido Díaz Muñoz fue conseguir la obra completa del escritor, incluidas las desgrabaciones publicadas de entrevistas, ejemplos son los tres tomos de Ferrari, el libro de Sorrentino, el curso de literatura inglesa anotado y publicado por Arias y Hadis, y otras tres entrevistas que descubrió inéditas, y digitalizarlo todo en un solo archivo que demandó una impensable memoria en terabytes. El cometido lo mantuvo abstraído de toda otra realidad durante dos años y siete meses, trabajando sin respiro, hasta el 13 de agosto de 2016 -dejó pasar el 2013 por cábala-. Extenuado, se encerró en su gabinete y durmió dos semanas seguidas. Su hijo, de gira en la provincia de Corrientes, no se enteró. Seguidamente el trabajo consistió en tomar primero la más actualizada edición del Diccionario de la Lengua Española publicado por la Real Academia, y comenzar por allí. El método: identificar la primera palabra que presenta el diccionario -omitiendo desde ya las letras que lo son, lo cual llevaría a confusión laberíntica, ya que el peor escritor imaginable las usó todas-. La primera fue ababa, que es amapola, y colocarla en el buscador del programa para que recorra la colosal obra. Y así sucesivamente hasta la última, zuzón, registrando en cada caso su efectivo uso y las veces usada, y la acepción elegida para su uso en cada caso. Terminada esa labor -por cierto, monumental-, el objetivo era continuar con el diccionario de la lengua inglesa, el Oxford English Dictionary, también en su última edición. Luego, con el más importante diccionario del latín: Thesaurus linguae latinae Dictionaire, aunque Díaz Muñoz incluyó el Lexicon totius Latinitatis de Egidio Forcellini, famoso por su sistema de búsqueda; el LEO, diccionario más importante del alemán, creado por el departamento de ciencias informáticas de la Universidad Técnica de Múnich; el Treccani, según los especialistas el mejor diccionario de italiano; el de l´Académie Francaise; el diccionario Al-Qatra, único aceptable del árabe; el DGE -Diccionario Griego-Español-, que incluye el griego antiguo; el Kangxi, conocido como uno de los diccionarios chinos  más importantes; el Tagaini Jisho, del japonés, disponible solo digitalmente. Nuestro excéntrico profesor murió sorpresivamente de un infarto durante la madrugada del 14 de junio de 2020, mientras estaba entregado al inconcebible trabajo. Su computadora, en el desmesurado archivo, quedó detenida en la palabra inglesa murder. Lo cual se supo por una guía manuscrita del profesor hallada en un cajón del escritorio. Nada más se sabe y tampoco de la obra inconclusa, ya que Ezequiel Díaz Muñoz, Eze-Qué, su nombre artístico en el grupo de rap, tras el sepelio de su padre se deshizo de todas sus pertenencias, salvo del escritorio y de la laptop en que su padre trabajaba, que Ezequiel destinó para sus composiciones de rap, previo formatear el disco rígido. Así, nunca se conocerá, salvo por otro héroe con mejor suerte, cuántas palabras y sus distintas acepciones componían el vasto vocabulario de Borges. Solo cabe suponer infinidad de miles. Queda la duda acerca de si la fatalidad se trató, tal vez, de una interferencia trascendental del propio autor de Historia general de la infamia, utilizando como medio al desopilante hijo del profesor para impedir la ciclópea empresa, abrigando desde el más allá algún temor sobre el resultado de la tarea. La sospecha se basa en la fecha del repentino deceso de Esteban Díaz Muñoz, y la última palabra sobre la que trabajaba cuando se cumplió su última hora, en atención a la devoción por el enigma policial del autor de La muerte y la brújula. Debe descartarse a María Kodama, porque en esos momentos no estaba en Buenos Aires.


 

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